Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco
nació en Caracas en 24 de julio de 1783. Hijo de Don Juan Vicente Bolívar y
Ponte y Doña María de la Concepción Palacios y Blanco.
Era descendiente de una
familia de origen vasco que se hallaba establecida en Venezuela
desde fines del siglo XVI y ocupaba en la Provincia una destacada
posición económica y social.
Su padre fue el
Coronel Juan Vicente Bolívar y Ponce, nacido en la
Victoria, el 15 de Octubre de 1.726 y su madre, Doña
María Concepción Palacios y Blanco, nacida en
Caracas el 9 de Diciembre de 1.758; ambos se casaron el primero
de Diciembre de 1.775 en la ciudad de Caracas. El tenía 47
años de edad y ella apenas 15 años. Perteneciente
ambos a la más rica nobleza criolla.
Ambos tuvieron cinco
hijos, tres hembras y dos varones, todos nacidos en Caracas: la
primogénita, María Antonia, nacida en 1.777; Juana
María, el 21 de Mayo de 1.779; Juan Vicente, en 1.781;
Simón Antonio de la Santísima Trinidad (El
Libertador) el 24 de Julio de 1.783 y María del Carmen
quien murió al nacer.
Simón nació en la noche del 24 al 25 de julio de 1783 en una
antigua casa ubicada en la Plaza San Jacinto de Caracas y fue
bautizado el 30 de julio de 1783 en la Catedral de Caracas por el sacerdote
doctor Juan Félix Jerez Aristeguieta, su primo
hermano.
En enero de 1786, cuando Simón contaba dos
años de edad, su padre murió de tuberculosis a la
edad de 60 años, y así doña
Concepción quedó como cabeza de familia, velando
eficientemente por los intereses de la familia hasta su
muerte.
Sin embargo, las responsabilidades hicieron que su salud
se debilitara y también se enfermó de tuberculosis,
decayera rápidamente muriendo el 6 de julio de 1792, a la
temprana edad de 34 años, cuando Simón tenía
nueve años, pero tomando la precaución de hacer un
testamento en el que dispuso quien debería hacerse cargo
de sus hijos.
Simón a pesar de ser el menor siempre era lider o cabecilla. Preferiría
irse con los esclavos y mestizos que trabajaban en la plantación. Con
ellos se bañaba en el río y con ellos jugaba al trompo y subía a los
árboles. Allí también aprendió a montar a caballo. A los 9 años tenía ya
fama de ser estupendo jinete. Pero a pesar de estos respiraderos la
infancia de Simón fue muy dolorosa.
Al morir su madre, los hermanos Bolívar pasaron entonces a la
custodia de su abuelo, don Feliciano Palacios, que cuando
asumió el papel de tutor se sentía tan enfermo y
falleció al poco tiempo.
Después de la muerte del abuelo Simón quedó bajo el cuidado de su tío
Carlos Palacios, quien se hace cargo de el y sus hermanos.
El ambiente
familiar termina desmoronándose con el casamiento de sus hermanas y la
salida de Juan Vicente al cargo de otro tutor.
En julio de 1795, cuando cumplía 12 años,
sufrió una crisis muy propia de la primera adolescencia:
huyó del lado de su tío, para acogerse a la casa de
su hermana María Antonia y de su marido, allí fue
llevado a casa de don Simón Rodríguez en donde pasó
algunos meses como interno, tiempo en el cual el maestro
Rodríguez se dispuso a educarlo, ganando su confianza y
amistad.
Rodríguez dirigía en esa época una escuela de primeras letras en
Caracas. Pedagogo Liberal y excéntrico, de vasto pensamiento
universalista, supo sembrar en el alma de su alumno el germen de las
ideas nuevas.
"Usted formó mi corazón para la libertad, para la grandeza,
para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló" le escribió
Bolívar a su maestro Rodríguez muchos años más tarde.
El tío Carlos atendió a que
Simón aprendiese las nociones fundamentales de escritura, lectura,
aritmética e historia, proporcionándole preceptores
excepcionales.
Andrés Bello, apenas dos años mayor que el
Libertador, le enseñó primeras letras, aunque no logró adelantos en
ortografía. Bolívar escribiría más tarde: "Yo conozco la
superioridad de ese caraqueño, contemporáneo mío; fue mi
maestro, cuando teníamos la misma edad, y yo le amaba con
respeto".
Con el capuchino Francisco de Andújar cursó matemáticas,
física y topografía. Guillermo Pelgrón, docente destacado de la
Escuela Pública de Caracas, le enseñó latimidad.
Pero Simón
Rodríguez, el revolucionario preceptor que practicaba
apasionadamente las ideas pedagógicas del Emilio de Rousseau,
sería a la postre el profesor que marcó la mayor influencia en
el pequeño Simón, influencia que sería decisiva durante el
segundo viaje de Bolívar a Europa en 1804, y fue él ante quien
pronunció su juramento de libertad en el Monte Sacro de Roma, el 15 de
agosto (ferragosto) del año siguiente.
"Yo he seguido el sendero
que usted me señaló --le escribiría en 1824--. Usted formó mi
corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para
lo hermoso".
Fue en la casa de Simón Rodríguez donde el tío Carlos confió a su pupilo como pensionista cuando éste se fugó de su lado por segunda vez y buscó refugio ante el obispo Viana.
Las enseñanzas de Rodríguez se dirigían más a la formación del carácter y a la fortaleza del cuerpo en medio de la naturaleza, que a acumular conocimientos en el aula de clase.
Pero es seguro que a través de su maestro favorito Bolívar se impregnó de ideas revolucionarias y reformadoras. También encontró en él a un amigo a quien confiarle su soledad y las dificultades de su vida familiar.
A los 14 años,
Simón ingresó con el rango de Cadete en el batallón de milicias de
Blancos de los Valles de Aragua, y un año más tarde era ascendido a Sub
Teniente.
Su hoja de sus vicios rezaba entonces: "Valor: conocido: aplicación sobresaliente" pero no será nunca militar de escuela.
Su hoja de sus vicios rezaba entonces: "Valor: conocido: aplicación sobresaliente" pero no será nunca militar de escuela.
El lo
será de todas y su arte de la guerra, a pesar de todos los manuales que
había leído y asimilado saldrá más bien del fulgor de su genio de su
constancia de sus cualidades de caudillo excepcional que conducirá a la
victoria a las multitudes enardecidas por su verbo, por su patriotismo y
por su amor a la libertad.
Antes de cumplir los 16 años, Bolívar
emprende viaje a España, donde perfeccionó sus
conocimientos bajo la dirección de sus tíos Esteban
y Pedro Palacios y el Marqués de Ustáriz, su mentor
intelectual.
Aprende francés, perfecciona sus
conocimientos de historia, matemáticas y otras materias.
Además se convirtió en hombre de mundo, aprendiendo
esgrima, baile y frecuentando tertulias y salones en la
corte.
En Madrid conoció a María Teresa
Rodríguez del Toro y Alayza, joven española de la
que se enamoró profundamente.
El 26 de mayo de 1802 contrae matrimonio y en julio de ese año llega a Caracas con su esposa para administrar sus bienes. Su felicidad duró poco ya que en enero de 1803 María Teresa, moría víctima de la fiebre.
El 26 de mayo de 1802 contrae matrimonio y en julio de ese año llega a Caracas con su esposa para administrar sus bienes. Su felicidad duró poco ya que en enero de 1803 María Teresa, moría víctima de la fiebre.
El joven viudo regresó a Europa a fines de ese
mismo año, pasó por Cádiz y Madrid, y se
estableció en París desde la primavera de 1804.
Allí lleva una intensa vida social y mantiene un romance con una dama francesa que se decía su prima, Fanny Du Villars cuyo salón frecuentaba y al cual acudían políticos, militares, diplomáticos, científicos y negociantes.
Allí lleva una intensa vida social y mantiene un romance con una dama francesa que se decía su prima, Fanny Du Villars cuyo salón frecuentaba y al cual acudían políticos, militares, diplomáticos, científicos y negociantes.
En Europa presenció la
proclamación de Napoleón Bonaparte como Emperador Francés y después
asistió a la coronación de Napoleón como Rey de Italia en Milán.
Bolívar
perdió respeto por Napoleón, a quien él consideró un traidor a las
ideas republicanas. Pero era en Italia que Bolívar hizo su famoso
juramento sobre el Monte Sacro de Roma de no descansar hasta que América
sea libre.
Bolívar regresó a Venezuela en 1807 después de una breve visita a los Estados Unidos.
En 1808 Napoleón instaló a su hermano, José, como Rey de
España.
Esto instigó una gran revolución popular en España conocida
como la Guerra Peninsular.
En América, como en España, juntas regionales
se formaron para luchar contra el nuevo rey. A diferencia de las juntas
españolas, las juntas americanas lucharon contra el poder del rey, no
solo la persona de José Bonaparte.
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