Santa María Dominga Mazzarello
Quisiera que fijáramos nuestra atención a un fenómeno único en la
historia de la educación. Ningún Instituto religioso educativo, ha
tenido en sus raíces y como co-fundadora a una mujer de instrucción
escasa. Aunque con su padre aprendió a leer y hacer cuentas con una
rara habilidad, quiero decirlo con toda claridad María Mazzarello
aprendió a escribir junto con las primeras alumnas en el Colegio de
Mornese, sentada con ellas y entre ellas a sus treinta y cinco años. Lo
digo para acentuar lo que comentaba al principio cuando quise hacer la
diferencia entre “profesor” y “maestro”.
Ella es “maestra” de vida, porque supo crear un tipo de relaciones y de
interacción donde las personas pudieron encontrar el ambiente propicio
para un desarrollo personal pleno, disfrutando la alegría de la amistad,
de la convivencia y el acceso a una cultura abierta y consistente que
impulsa al desarrollo, buscando siempre nuevos y más amplios horizontes
en todos los campos. María Mazzarello fue y sigue siendo Maestra, a
través de esa sabiduría con la que supo extraer lo mejor de la vida, con
sus dulzuras y amargores, transformándolos en el perfume irresistible
de la cercanía y la amabilidad; de la bondad y la firmeza que
conquistan. El Colegio de Mornese fue y sigue siendo motor y generador
por más de un siglo, de mujeres educadoras de vida en los cinco
continentes.
“Acercarnos a la vida de María Mazzarello, es descubrir un pasado que
nos pertenece. Mujer resuelta franca y abierta, de temperamento ardiente
y con gran sentido de realismo, mente clara, inteligencia aguda,
afectividad sana, temperamento reflexivo y comunicativo al mismo tiempo,
muestra una acentuada necesidad de comunicación y una rara habilidad
para establecer relaciones interpersonales auténticas.
Su capacidad para ‘comprender’ situaciones y personas procede, en primer
lugar, de un consciente y profundo acto de participación
afectivo-emotiva que la hace intuitiva y perspicaz.” (Cfr. ARCINIEGAS,
JULIA. Vive y Comunica Vida. Encuentro de Educadores de la Familia
Salesiana en México. 28-30 de octubre de 1994)
El contacto con la naturaleza, la cercanía y afecto de su padre, el
grupo parroquial donde se desenvuelve, el conocimiento fino de sí misma
con sus potencialidades y aristas a limar; la relación íntima, cálida
sencilla y de abandono en Dios, la confianza filial con María, Mujer de
la Palabra y del silencio, la dotan de una sensibilidad particular para
acercarse al otro con enorme respeto y paciencia, conociendo tiempos,
formas, momentos, sin ceder a las dificultades que las relaciones
conllevan.
No obstante su escaso conocimiento del italiano, pues su lengua materna
era el dialecto piamontés, y sin parar mucho en la dificultad que le
provoca el uso de la nueva lengua recién aprendida, usa el único medio
de comunicación de la época: la correspondencia. Sus cartas son claras,
ágiles, cercanas, propositivas, maternas. Dirigidas a toda clase de
personas con franqueza y libertad, dejando ver en todas sin recelo su
manera de pensar, de sentir, de juzgar, sin dobleces al proponer y
exhortar.
“A veces termina la carta con un imperativo que suena como una fuerte
llamada a la comunicación:“ ¡Escríbanme pronto!”, “Contéstame”. O
también: ¿Estás muerta o viva?. No me escribes nunca una letra”. Y a
las niñas de Uruguay, a quienes no conoce personalmente: “Escríbanme
alguna vez. Me dan mucha alegría sus cartas”.
SALESIANA
“POR INSTINTO”
Por inspiración del Espíritu Santo, María Dominga, antes de conocer a
Don Bosco, ha iniciado ya en Mornese un trabajo educativo para las niñas
y jóvenes del pueblo con el grupo de las Hijas de la Inmaculada. Don
Domingo Pestarino, párroco del pueblo, hombre de mirada amplia y
profunda de gran celo apostólico, percibió la real sintonía entre el
“Sistema Preventivo” de Don Bosco y la acción educativa de María
Mazzarello. En ella percibió a la mujer capaz de interpretar, al
femenino, este método educativo. En el primer encuentro que tuvo con
Don Bosco el 7 de octubre de 1864, dice la Cronohistoria: “María
Mazzarello encontró en Don Bosco “el eco de un lenguaje que sentía en el
corazón sin saber expresarlo; como la traducción de su mismo
sentimiento; como una cosa esperada y llegada finalmente”
“Con la dulzura, la amabilidad, el respeto a las chicas por una parte la
firmeza, la autoridad moral y la exigencia de la obediencia por otra,
María aplicaba en perfecta sintonía el sistema de Don Bosco. Método que
para alcanzar el fin que se propone, postula la creación de relaciones
interpersonales positivas, ricas en humanidad, respetuosas de la persona
de las educandas, capaces de convertirse en “taller” de madurez humana y
cristiana.
En la personalidad de María Mazzarello, coexiste la semilla de la bondad
y la maternidad espiritual junto con la vocación pedagógica y
religiosa. Sus cualidades humanas y espirituales hacían de ella una
educadora particularmente hábil por su equilibrada síntesis entre las
dotes personales y el trabajo sobre el propio carácter. Lo reconocía
Petronila su mejor y más íntima amiga que testimonia: “María atraía a
las chicas como el imán al hierro”. Por eso Alberto Caviglia la define
con sobrada razón: “salesiana por instinto”.
El amor educativo vivido por las primeras hermanas bajo la guía de María
Mazzarello, se caracteriza por la acogida y solicitud por las chicas
más difíciles y abandonadas. Un estilo adaptado a cada una para llegar
al corazón a través del afecto, el consejo, “la palabra al oído”,
propuesta de valores y el trabajo paciente de seguimiento personal para
poder asimilarlos.
El trato cordial y amoroso, parece ser el secreto que hacía a las
jóvenes aficionarse a María, tanto que según expresa el testimonio de
una alumna de ese tiempo: “deseábamos estar siempre a su lado”
A la bondad, María unía la autoridad moral que exigía sin rebajas,
diligencia, trabajo y sinceridad. El amor que les profesaba, era
correspondido con apertura, confianza y docilidad. Sabía además unir
autoridad y amabilidad, creando un clima en el que difícilmente se
requerían los castigos, porque las muchachas se sentían queridas,
ayudadas y apoyadas en sus pequeños o grandes problemas.
Contraria a la pedagogía de la época de disciplina rígida que se imponía
por los castigos más que por la razón, el ambiente que se respira en
el Colegio de Mornese es de confianza y familiaridad. María evita la
rigidez y las imposiciones arbitrarias, favoreciendo relaciones
sencillas, abiertas y felices, como Don Bosco lo deseaba.
No hace pesar su condición de “superiora”, viviendo siempre en cálida
cercanía con las jóvenes, las maestras laicas, los padres de las chicas y
las mismas hermanas. Tuvo la capacidad de ‘eliminar distancias’, ojo,
sin renunciar al papel de educadora, es conditio sine qua non, de una
auténtica relación educativa.